Prevención de la pandemia en zonas en conflicto: la urgencia de una respuesta humanitaria que salve vidas
“En los países devastados por la guerra, la COVID-19 representa una dramática amenaza para la vida”. Prevenir y responder a la propagación del virus es muy urgente.
Esta crisis presenta un desafío sin precedentes para la respuesta humanitaria, cambiando vidas, separando familias y aumentando el riesgo de afectar gravemente a la generación futura. El 25 de marzo, las Naciones Unidas lanzaron un llamamiento humanitario global para aumentar urgentemente la respuesta internacional, particularmente en los contextos más frágiles del mundo. La respuesta humanitaria para contener la propagación del virus está resultando desigual; sin embargo, existen numerosas iniciativas que se han puesto en marcha.
Tal como se narra en “El Mundo desde las Casas”, Médicos Sin Fronteras, es una de las organizaciones que se ha visto afectadas por las nuevas condiciones. Pese a ello, lleva trabajando desde sus inicios para proteger tanto al personal sanitario como a la población levantando estructuras específicas en países como Yemen e Irak para los enfermos. Asimismo, tal y como cuenta en el programa la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNWRA) se está centrando en realizar compañas de concienciación, desinfectar centros y crear nuevos sistemas educativos. Por su parte, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) está trabajando en diversos países en conflicto como Afganistán, Myanmar o República Democrática del Congo en apoyo a los sistemas sanitarios, con planes de prevención y de respuesta rápida para evitar el contagio de la enfermedad.
Además de la organizaciones de ayuda humanitarias, otras instituciones han colaborado en esta situación; ha habido empresas que han aportado fondos. Este es el caso de la compañía Xylem, dedicada al desarrollo innovador en la industria del agua, que ha donado tres millones de dólares para financiar iniciativas en apoyo de las comunidades más afectadas por la COVID-19 a escala global, pero también a ONG locales a través de su programa de acción social Watermark, dividiéndose la cifra a partes iguales. De la misma manera, la empresa de transporte de paquetería estadounidense United Parcel Service (UPS) se ha sumado a los esfuerzos para proveer ayuda humanitaria a organizaciones locales y globales en respuesta al coronavirus, llegando a donar más de seis millones de dólares a distintas agencias de Naciones Unidas como ACNUR, Programa Mundial de Alimentos o UNICEF.
También algunos gobiernos han incrementado sus partidas de ayuda humanitaria para hacer apoyar a los países en conflicto a abordar la pandemia. Por ejemplo, el gobierno alemán ha anunciado una partida de 300 millones de euros destinada a ayuda humanitaria con el objetivo de paliar la crisis creada por la pandemia.
Todos estas iniciativas muestran que la pandemia no entiende de fronteras, pero sí de desigualdad y pobreza y que la cooperación internacional y la ayuda humanitaria será esencial para reducir los impactos que supone en los contextos de fragilidad y violencia.
Estos casos son un reflejo de una de las enseñanzas más importantes de este periodo que estamos viviendo y es que hay ciertos aspectos que no entienden de fronteras, pero sí de desigualdad y pobreza. Como ciudadanos, tal situación puede que nos sobrepase, sin embargo, estas enseñanzas prevalecen convirtiéndose en los valores con los que actuamos en nuestro lugar de experiencia.
Jorge Manso