¡Menos mal que no somos invencibles¡
Al salir de periodos de cuarentena, soñamos en secreto volver a la libertad, volver a la normalidad.
Pero, ¿estábamos realmente en la «normalidad»?
El confinamiento nos dejó un recurso inestimable: el tiempo. Tiempo para volver a conectarse con los seres queridos y con nuestros pensamientos. La crisis del coronavirus, cambió en un instante nuestras prioridades e inquietudes. Nos permitió reflexionar sobre cuestiones esenciales de la vida, la salud, de nuestro futuro. Constatar, algo que quizás estábamos olvidando, que no somos invencibles y que estamos unidos en esta situación.
Esta situación tambien aporta elementos positivos y noticias que alegran nuestros largos días en casa :
- Aparecieron delfines en Venecia;
- el Himalaya es visible por primera vez desde la India gracias a la reducción de la contaminación del aire;
- más de 70 elefantes liberados de sus sillas de madera (y liberados de la rutina turística) en Tailandia;
- la calidad del aire mejoró de manera drástica en varios países de Europa y del mundo, hasta alcanzar menos 50% de contaminación en la India.
Todos estos hechos son consecuencias indirectas positivas de la crisis del COVID-19. Son señales de esperanza que nos muestran que se puede actuar para evitar el cambio climático y que es muy relevante hacerlo de manera inmediata.
La normalidad = adaptarnos
El coronavirus nos recuerda que somos vulnerables. El cambio climático, tal como esta pandemia, está fuera de control. Frente a esos fenómenos, la “normalidad” es más bien la adaptación.
Ahora debemos actuar, aunque parezca un reto díficil de alcanzar. Tenemos ejemplos positivos que muestran que podemos actuar ante la crisis ambiental. Podemos ser creativos. Podemos cambiar de ritmo. Podemos adaptar nuestras costumbres. Tenemos que intentarlo, en ello está nuestra sobrevivencia.
Jessica Richard.