Cien mil pies siguiendo el mismo ritmo

Cien mil pies siguiendo el mismo ritmo, un hilo invisible que nos une a todos en un compás de cuatro cuartos, un millón de experiencias distintas sintiendo al unísono la misma canción: el poder de la música es inmenso.

Además de universal, la música es un lenguaje solidario. La crisis del coronavirus en España dio lugar a iniciativas de músicos que cedieron los derechos de sus obras para ayudar a afrontar el problema. Los integrantes de Vetusta Morla, por ejemplo, grabaron junto con una veintena de artistas españoles la canción Los abrazos prohibidos y cedieron toda su recaudación a la investigación sobre el coronavirus que desarrolla el CSIC. Mikel Izal lanzó un álbum cuya recaudación irá dirigida a los Bancos de Alimentos. 

 

Es que la música sabe que «la paranoia y el miedo no son ni serán el modo, de esta saldremos juntos poniendo codo con codo», como entona Jorge Drexler en un tema que  compuso en Costa Rica para hacer frente a la angustia de tener que suspender un concierto (o más bien, celebrarlo sin público para compartir en las redes). Un caso de los miles de artistas que a partir de entonces ofrecieron conciertos en vivo, desde su casa, como «peñas» entre amigos que se juntan a tocar porque saben que la música y la compañía hacen el confinamiento más llevadero.  

 

Pero tal vez la música que sonó entre vecinos fue la que mejor disolvió las distancias. La de músicos profesionales, sí, como cuando cada tarde Laia Falcón entonaba un aria desde su balcón en Madrid, o como las trompetas de Rubén Cueva y su hijo que unían en una misma partitura a la población de Corella. Pero la música de los no profesionales, las de los vecinos y vecinas que cantaron a la par desde sus ventanas, desde sus balcones, esa sí que tuvo una fuerza especial. Como Ana y Gema, que ya antes de la pandemia se tenían cariño y durante el confinamiento invitaron a todos los vecinos y vecinas a celebrar la feria de Sevilla desde sus balcones y los cumpleaños felices en los días que tocaban. Como ellas, tantas otras personas que a través de la música acortaron distancias y agrandaron comunidades.

 

Guillermina Belavi

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