Las palabras del futuro esperan otra voz
En el silencio de la reclusión, una voz colectiva te busca y te interpela
Es una voz femenina, tu voz, que te mira y no sabe que la miras con mirada diferente a la de todos los días, más intensa cada vez. Es una voz que te impulsa a coger un tren inesperado, rumbo a una estación inesperada en un viaje a través de una lluvia que enlaza con el sol. En ese tren va el ser humano que nos habita, un ser de paz despojado de maletas; su único equipaje: una fuerza invencible que le conduce siempre a la mejor de las opciones posibles para que florezca la vida.
Todo se conforma en las manos de esa voz, los mundos se suman en un equilibrio sereno y confiado donde lo minúsculo se hace gigante, donde lo esencial deja de ser invisible, donde todo se sostiene y glorifica tras un largo letargo, tras un largo silencio. Esa voz viajera que ahora te acompaña más que nunca altera la conciencia de ti misma. Ya nunca dejarás de preguntarte quién eres, cómo estar en el mundo, en un proceso que fluye, que nunca se detiene ni termina.
Tu cuerpo está ahora alerta a la llamada inadvertida de ese Otro vulnerable que late más allá de tu piel. Ahora lo ves claro, oyes las campanadas que estrenan nuevo tiempo. Eres un ser que danza en el equilibrio preciosista de la vida donde otros congéneres bailan contigo, moldean los espacios y te rozan. Sus ojos alimentan tus preguntas. Bendita su presencia que te explora y te interpela, para construir juntos sinergias de empatía, apoyo y compromiso, para que el luto sea luz y la mirada baja se alce hacia los cielos.
En este nuevo tiempo hay mucho que estrenar, mucho que construir en la belleza de los sueños donde mujeres y hombres juntos zurcen tejidos de esperanza para todos y el futuro se acuesta en nuestra almohada, agotado de andar paso tras paso sin apoyos. Esto dice esa voz, tan terca y silenciosa: conquistemos la paz y el equilibrio en el furioso oleaje de los tiempos.
Ahí afuera se escucha el apasionado susurro de la tierra, esa naturaleza que nos cobija. En ella nos espera un festín de hermandad con otros seres vivos despojados de un mundo colectivo. ¿Perdimos el camino? Creemos uno nuevo. Y no nos rezaguemos en su avance. Lo dijo Benedetti y lo suscribo: “El futuro no es una paz en blanco; es una fe de erratas”. Hagamos un buen fuego con esas secas ramas del pasado que no nos reconfortan.
Olga Hernández Vitoria